Han transcurrido cinco años desde que los militares hondureños perpetraran, en complicidad con las elites poderosas de Honduras, un nuevo Golpe de Estado. Bajo, al menos, la mirada complaciente, y la dirección activa de los conspiradores norteamericanos, se llevó adelante una acción violenta que, además de terminar con un gobierno constitucional legítimo, electo por las mayorías, marco el inicio de una nueva era en nuestro continente, y marco de forma dramática la vida de este pequeño país centroamericano.
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